CARRUSEL

El título de esta columna no alude al bonito carrusel, de corte veneciano, que montaron la semana pasada en el Parque Lineal de la Zona de Angelópolis donde también será reinstalada la Estrella de Puebla completamente remasterizada; por el contrario, quiero utilizar el término en un sentido completamente metafórico para referirme al formato que impera en los debates, de todos los órdenes de gobierno, que están organizados por los institutos electorales y que son transmitidos con recursos públicos.

En principio tendríamos que plantearnos una pregunta necesaria: ¿por qué los candidatos sólo debaten cuándo se sienten obligados por el árbitro electoral? La respuesta exhibe una de las más grandes debilidades de nuestra democracia, cada vez más dependiente del templete, del acarreo y de la propaganda.

Veamos el caso de el segundo “Debate Chilango”, así bautizado en redes sociales: gracias al formato, para nada acartonado, la pobre Clara Brugada no salía del “cartel inmobiliario” mientras se vio empequeñecida por un Santiago Taboada histriónico y un Salomón Chertorivski congruente y contundente. El desempeño de la candidata oficialista fue tan mediocre que ya más de uno en Morena prevé una alternancia opositora en la Ciudad de México.

La situación local también resulta paradigmática. Esta semana arrancó la agenda política de la entidad con un foro titulado “Diálogos Circulares por la Democracia”, organizado por la Universidad Iberoamericana donde Fernando Morales y Eduardo Rivera estuvieron en horas distintas enfrentando los cuestionamientos de los estudiantes; casi al mismo tiempo Alejandro Armenta compartió sus propuestas en el Salón Barroco del Edificio Carolino, ante el cálido recibimiento del Consejo Universitario: «regresa  a su casa, señor candidato. La BUAP es su casa y lo recibe con mucho orgullo», expresó la rectora Lilia Cedillo Ramírez. Y sin embargo las tres notas pasaron inadvertidas porque los aspirantes no se movieron de la zona de confort de su propaganda, presentándose ante audiencias cautivas  o, en el peor de los casos, controladas.  

¿En verdad es tan difícil cuadrar las agendas para que los tres contendientes a la gubernatura de Puebla coincidan, por convicción y no por obligación, en un mismo espacio con el afán de contrastar sus proyectos de gobierno? ¿Por qué los ciudadanos debemos esperar hasta el próximo 12 de mayo para que Armenta, Morales y Rivera debatan sobre el mejor rumbo para Puebla? ¿Por qué sí hay debates entre voceros en los medios de comunicación, pero de ninguna manera entre los candidatos en cuestión?

Y para colmo de males, cuando sí ocurren estos mentados ejercicios se limitan a carruseles de cápsulas propagandísticas sin la más mínima intervención del moderador, reducido por la fuerza de un formato retrógrada a presentador de ocasión. Algún día en este país tendremos los debates que los ciudadanos merecemos en sustitución de tanta zalamería, que goza de tan buena salud hoy en día.

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EL JUICIO DE ZALDÍVAR

«Que Arturo Zaldívar se quede dos años más en la Suprema Corte para que nos ayude con la reforma judicial (…) los ministros que no nos apoyen serán cómplices de la corrupción»

Andrés Manuel López Obrador, Abril, 2021

Andrés Manuel López Obrador y su feligresía representan la consecuencia más extrema de la decadencia de la vida pública nacional. Las corruptelas del prian ocasionaron el triunfo electoral de un activista de ocasión convertido en autócrata por convicción, bastaría con revisar los profundos retrocesos en materia de libertades democráticas y derechos fundamentales que está experimentando este país para constatar que, efectivamente, durante el primer sexenio de la 4T se han reinstalado con éxito prácticas de reproducción autoritaria que, a diferencia de los años dorados del PRI, hoy gozan de un enorme respaldo popular.

El caso de Arturo Zaldívar es tan sólo una nota al pie en la extensa narrativa de la decadencia nacional. En la recta final de las campañas presidenciales un ministro en retiro, que goza del derecho de una pensión pagada con recursos públicos que la mayoría de los mexicanos no obtendrían ni en sus más remotos sueños, se lanza contra una investigación “anónima” pero perfectamente sustanciada, que exhibe lo que en su momento confesó el Jefe del Estado en una Mañanera reciente: que el ministro en cuestión estaba al servicio de Palacio Nacional, no de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.   

Y aunque la reacción de Zaldívar en principio se tornó comprensible, la sola existencia de su exigencia, juicio político para la ministra presidenta Norma Piña, demuestra que en México la renovación autoritaria ha progresado enormemente. ¿Bajo qué sentencia, bajo qué fallo judicial el ministro en retiro, convertido en vocero de Claudia Sheinbaum, solicita la destitución de Piña? ¿Dónde quedó el respeto irrestricto al debido proceso y a la presunción de inocencia que tanto defiende para limpiar su nombre?

En mi columna titulada “Fuera Máscaras”, publicada el pasado 8 de noviembre, compartía con usted lo que sigue:

Arturo Zaldívar y sus calenturas populistas son un síntoma, uno de tantos, de la enfermedad terminal por la que atraviesa la vida pública. El problema no está en la incorporación de un constitucionalista –otrora respetado-, sino en el atrevimiento de su descaro. La fotografía con Sheinbaum, difundida dos horas después de su renuncia –aún no acreditada por el Senado al cierre de esta edición- hace trizas la autonomía del Poder Judicial al confirmar que un ministro, que presidió el máximo tribunal de la Nación, estuvo al servicio de López Obrador en vez de la Constitución.

Increíblemente en el ocaso de la República todo se ve más claro: los ataques mediáticos a la judicatura federal, la desaparición de los fideicomisos, la puntada del voto directo para la elección de jueces y magistrados, y la campaña del “Plan C” son el conjunto de engranes de un rompecabezas que intenta restaurar el autoritarismo del pasado, basado en la fusión del partido oficial, el Estado y la Constitución.

Tristemente para México, no nos equivocamos en el diagnóstico.

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SI YO DIGO PRESIDENTE, ¿TÚ DICES… ?

¿Qué tan extraviados deben estar los equipos de campaña de Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum que lo más interesante que ha pasado en las últimas semanas ha sido la metamorfosis que sufrió Jorge Álvarez Máynez? Un candidato por el que nadie daba un quinto hace unos meses, y que después del debate presidencial terminó elevado a rango de sensación de los primeros votantes.

Tan sólo habría que revisar el crecimiento orgánico que está registrando en sus redes sociales. Mientras Sheinbaum con toda la maquinaria del Estado, que compensa con esfuerzos sobrehumanos su inexistente carisma, alcanzó en TikTok 2.4 millones de seguidores; el joven Máynez, con un encanto inexplicable para las generaciones del 4to piso en adelante, arrancó esta semana con 1.2 millones, exactamente la mitad en comparación con la candidata favorita del régimen de la transformación.

Desde luego, quien diga que la democracia no se juega en TikTok, debo decirle que no está entendiendo la distribución etaria del listado nominal. ¿Cuántos “abuelitos del bienestar” existen en México por cada nieto con ganas de comerse el mundo con una credencial de elector reluciente?

Habrá que decirlo con todas sus letras: la representación política está diseñada para resolver el problema de identidad plena entre representantes y representados. ¿Cómo diablos jóvenes de todos los niveles socioeconómicos podrían identificarse con un par de abuelas que hablan de un país que sólo existe en sus discursos?  

No se necesita ser un genio para comprender que los proyectos de Sheinbaum y de Gálvez son mortales para los jóvenes. ¿Qué está detrás de la promesa de la 4T sobre “más espacios para los estudiantes y más Universidades del Bienestar”? La chatarrización de la formación universitaria en detrimento del costo de los servicios de los egresados –y de aquellos que están por egresar-, generando un exceso de demanda profesional que saturará y devaluará los requerimientos del mercado laboral. 

Por no hablar de la pobre Xóchitl que en este rubro hizo un auténtico Dr. Simi: “lo mismo –que Morena- pero más barato”. ¿En verdad la remasterización del programa de “Jóvenes Construyendo el Futuro”, añadiendo cursos de robótica e inteligencia artificial, resolverá el difícil acceso a la vivienda de los nuevos incorporados a la producción económicamente activa que, por cierto, a los 60 años no tendrán casa propia y no precisamente “por güeyes”?  

Y aunque el joven Máynez está muy lejos de ser el portavoz de “la nueva política” que tanto presume, pues en el clóset de su trayectoria aún tiene guardados los chalecos del PRI y de Nueva Alianza; a diferencia del par de abuelas, el candidato de MC tiene un marketing de primera. Y aunque estamos de acuerdo que en México un jingle no hace presidentes; una licuachela con los habitantes del barrio bravo de Tepito es algo que ningún integrante de la clase política se había atrevido y logrado con tanto éxito.  

Si yo digo presidente, ¿tú dices… ?

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¿A QUIÉN DIABLOS LE ESTÁN HABLANDO LOS CANDIDATOS?

Las campañas en este país son demasiado retro, y en Puebla francamente cavernarias. Más de una vez me he preguntado durante este proceso electoral: ¿a quién diablos le están hablando los candidatos?

¿Acaso a usted no le parece increíble que, en pleno siglo XXI, en el marco de una sociedad digitalizada, los aspirantes a los cargos de elección popular aún tengan que echar mano de jóvenes precarizados, que a pleno rayo del sol reparten volantes, pasquines y demás basura electoral a los automovilistas asediados por el calentamiento global y por el tráfico? Noticia de ocho columnas: los 90 se fueron hace 30 años.

Por no hablar de la enfermiza necedad del mitin y del acarreo, todo un hito en la historia de las campañas en México, con pancartas y cosas vistosas con los colores partidistas, con el nombre del candidato en letras mayúsculas, a la medida de su ego, y con un discurso genérico, indiferente a las necesidades específicas de los habitantes de una colonia o municipio concreto. Queridos candidatos: dejen en paz la propaganda, es un mensaje que no revela significado, muy necesario para mantener el poder pero absolutamente inservible para alcanzarlo.

No obstante cuando pretenden ser cercanos a la gente, el resultado más probable está en un punto intermedio entre la simulación y el escarnio. ¿Cuál es el marketing detrás de un aspirante a la gubernatura de Puebla, enfundado en su papel de ambulante de ocasión, regalando tacos de canasta con el termómetro marcando 29 grados, en un Centro Histórico asediado por los informales? Una cosa es asegura: así no se gana el voto de 8 mil comerciantes establecidos que quieren ver los puestos callejeros a kilómetros de distancia de sus locales.

Insisto, ¿a quién diablos le están hablando los candidatos? Y sin embargo, a veces, con muy poca frecuencia se asoman destellos de lucidez en las campañas. Caso concreto fue el del candidato Eduardo Rivera, quien ante una audiencia cautiva de estudiantes universitarios dio una cátedra de marketing político dirigido a un sector focalizado del electorado: “de ganar la gubernatura de Puebla exentaré del Impuesto sobre Nómina a las empresas que contraten a jóvenes menores de 25 años”. Más allá de la viabilidad de la medida, y de lo comprometido que quedaría el gasto programable de la futura administración estatal, el impacto que logró Rivera fue el deseado: romper con el voto duro de su propia alianza y convencer a una población de jóvenes indecisos que, gracias a su propuesta, dejaron de serlo.

¿Qué intento decir con todo esto? Estas elecciones no se ganarán con encuestas cuchareadas, con los supervivientes del marinismo o del morenovallismo, o con los oscuros operadores del pasado que “quieren regresar por sus fueros”. Esta elección se ganará con técnica y, para mala fortuna de aquellos que se mueven por instinto, en Puebla no existen 30 puntos de distancia: la moneda está en el aire.

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FETICHISMO Y DEMOCRACIA

«Lo que es un hecho es que hoy tenemos un presidente honesto»

Claudia Sheinbaum

«Tú presumes mucho a AMLO pero no eres AMLO, no tienes ni su carisma»

Xóchitl Gálvez

Uno de los grandes fetiches de las democracias occidentales consiste en hacerle creer al electorado que, en escasos segundos, los candidatos pueden resolver adecuadamente complejos problemas de política pública.

Dicha creencia aún debe ser demasiado conveniente pues, de lo contrario, no comprendo de dónde surgió la enorme expectativa que generó este primer debate presidencial en la generación de electores más jóvenes de México. Más allá de la enternecedora inocencia de los primeros votantes, que han visto el país desde el algoritmo de sus redes sociales, el interés rápidamente se diluyó una vez que los candidatos hicieron uso de la palabra.

¿En verdad en México no hemos aprendido nada, en materia de marketing político, del formato de los debates presidenciales que se celebran en la Unión Americana? Si contamos desde el primer ejercicio presidencial de 1994, transmitido desde el Museo de la Comisión Federal de Electricidad, hasta este 2024 montado en la sala del Consejo General del INE: llevamos treinta años sin careos directos entre los candidatos, sin la oportunidad de que los moderadores intervengan para confrontar a los exponentes o sin que puedan corregirles las plana en caso de desvío propagandístico en sus respuestas, mucho menos sin la intervención directa de una audiencia preseleccionada.

Nuestros debates persisten tan obsoletos como en 1994 pero con mejores cámaras. Están diseñados para reproducir la propaganda de los candidatos, y en todo caso para generar memes incapaces de cambiar las tendencias electorales. Y a las pruebas me remito:

¿En verdad Xóchitl Gálvez cree que podrá convencer a sus electores, que han tenido que soportar las infamias del IMSS Bienestar, que con un tarjeta de saldo desconocido es posible revertir la crisis más profunda que ha enfrentado el sistema de salud en México?

O mejor aún, ¿acaso los adultos mayores que piensan votar por Claudia Sheinbaum, están convencidos de que abriendo más espacios a los jóvenes para estudiar Medicina se resolverá el déficit de profesionales de la salud que atraviesa el sector público? Para cuando estos virtuales estudiantes estén cursando su especialidad, esa masa de electores habrá fallecido o estará comprometiendo su patrimonio para ser atendidos en un hospital privado.

En suma si algo ha contribuido a banalizar, fetichizar la tarea del buen gobierno en México, es sin duda la tarima televisiva que de manera atrevida llamamos: “debates presidenciales”.  

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EL TREN DE LA VERGÜENZA

«No vamos a pedir la cancelación del Tren Maya por los casos asociados a la corrupción, eso sería absurdo, lo que ya hicimos es esta denuncia formalmente para que se investigue a los siguientes personajes: los hijos, sobrinos y amigos del presidente»

Xóchitl Gálvez

En un acto de campaña francamente arriesgado, la candidata presidencial de Fuerza y Corazón por México presentó una denuncia formal ante la Fiscalía Anticorrupción contra los hijos de López Obrador, y un supuesto clan que ha hecho posibles asignaciones directas por millones de pesos en balasto de cuestionable calidad para el Ten Maya, una obra con un sobrecosto astronómico que ha estafado a los contribuyentes con cerca de 500 mil millones de pesos. 

Pero, ¿por qué podría ser contraproducente la estrategia si la denuncia dormirá el sueño de los justos durante los 189 días que le restan al sexenio de la 4T? Amílcar Olán, amigo de los hijos del presidente López Obrador; los hermanos Pedro y Ostelin Salazar Beltrán, sobrinos del mandatario; así como Daniel Asaf, jefe de la ayudantía; no sólo son la punta del iceberg de la corrupción del Tren Maya, también la puerta de entrada a aguas más profundas y oscuras donde se encuentran los divisionarios de la Nación.

Hablando de preferencia efectiva, ¿con cuántos puntos Gálvez podrá capitalizar su enfrentamiento directo con el clan familiar del presidente? Quizá un par de puntos porcentuales, en el mejor de los escenarios. Y, sin embargo, la primera advertencia de que habrá “carecería de brujas” durante el próximo sexenio, de ganar Xóchitl Gálvez, acaba de ser lanzada para escaso beneplácito del “pueblo uniformado” involucrado en el jugoso negocio de las adjudicaciones directas de la transformación.  

Como si los astros se hubieran alineado, casi al mismo tiempo en que la candidata de la oposición estaba presentando su denuncia ante la Fiscalía Anticorrupción, el Tren Maya se estaba descarrilando cerca de la estación Tixkokob, en el Tramo 3, a una velocidad que no rebasaba los 80 kilómetros por hora. Quizá valdría la pena recuperar un párrafo de mi columna “La sonrisa de don Porfirio”, publicada el pasado 18 de diciembre en el contexto de la inauguración del artefacto que costó la vida de 7 millones de árboles en la península de Yucatán: 

«Como si se tratara de una maldición que acompaña a la 4T en todo lo que emprende: la realidad se abrió camino con la fuerza del escarnio. ‘Y es de que’ un menú que pareciera diseñado por un alumno disléxico de secundaria, repleto de comida que siempre se sirve congelada, fue una simple anécdota frente al resto de la catástrofe. Para viajar en el Tren Maya, de San Francisco-Campeche al aeropuerto de Cancún, los usuarios deben disponer de 9 horas y media en virtud de dos razones centrales: la primera era previsible y tiene que ver con que en algunos tramos la locomotora, todavía impulsada por diesel como si se tratara de una obra del sexenio de Luis Echeverría, no supera los 45 km por hora a causa de la cimentación del terreno –no olvidemos que en algunas partes se montaron los rieles en inmediaciones de cenotes–, alcanzando una velocidad máxima de 110 km; la segunda es de antología, y se debe a que los cambios en las vías, lejos de ser automatizados, son manuales como en tiempos de Pancho Villa».

Pobre México, tan lejos de la dignidad y tan cerca de las vergüenzas de la 4T.

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LA OPACIDAD DE LAS ENCUESTAS

La luz de los spots y la propaganda de las campañas contrasta con la opacidad en el manejo estadístico de las preferencias electorales. Aunque todavía ningún estudio demoscópico le ha dado el triunfo electoral a Xóchitl Gálvez por ejemplo, ninguno conicide en la distancia de su derrota que va de los 30 a los 7 puntos porcentuales.  

¿Por qué no existe un consenso estadístico en torno al triunfo de Claudia Sheinbaum? La razón es simple: las casas encuestadoras se están prestando al juego de la propaganda y están elevando sondeos a rangos de estudios de opinión. En otras palabras nos están vendiendo gato por liebre. Retomemos lo que al respecto comentábamos en mi columna, titulada “WTF con las encuestas”, publicada el pasado 29 de febrero:

«¿Qué tan enserio debemos tomar una encuesta levantada en 1000 hogares, ubicados en 100 secciones electorales, publicada esta semana en El Universal y confeccionada por Buendía & Márquez? Su grado de fiabilidad dependerá del criterio de selección de las secciones en cuestión, pues si la metodología no incluyó los datos disponibles en los censos económicos del Inegi, y sólo se basó –como finalmente ocurrió- en una técnica probabilística para la asignación de los hogares donde se aplicó el cuestionario, resulta altamente probable que el estudio termine por sobrerrepresentar la intención del voto de los sectores con ingresos más bajos que, a causa de una educación precarizada y una alta dependencia de los programas sociales, suelen ser rabiosamente morenistas».  

Bajo ese parámetro de muy poco sirve si la distancia entre las presidenciables es de 30 puntos –como aseguraba Buendía & Márquez hace un trimestre- o de 23, según su último informe. Ninguno de los dos casos, a falta de técnica muestral, es fidedigno. Y lo mismo ocurre en Puebla pero “más barato”, como diría el entrañable Dr. Simi. Tomemos un caso concreto:

Según Campaigns & Elections, en su estudio elaborado el 5 de marzo pasado, Pepe Chedraui y Mario Riestra se encuentran en empate técnico pues sólo dos puntos los separan de la victoria. El problema radica en que la encuestadora basó sus números en 400 llamadas telefónicas robotizadas, con un margen de error que no pasaría ninguna técnica inferencial, equivalente al 4.9 por ciento. ¿Habrán tenido la delicadeza de reproducir, en el muestreo de llamadas, la proporción de hombres y mujeres que componen el listado nominal de la capital? ¿La robotización sobrerrepresentó a algún grupo etario o, por el contrario, se adecuó a la distribución demográfica que presenta el municipio de Puebla, según datos del Inegi?  

Claramente todas las respuestas a esas preguntas son negativas, al grado que en su siguiente estudio –publicado el 19 de marzo- bastó que aumentaran de 400 a 600 llamadas para que convirtieran el supuesto “empate técnico” en 6.9 puntos de distancia con un margen de error altísimo del 4.3 por ciento. Dejemos la técnica estadística, y hablemos claro: la principal función de Campaigns & Elections consiste en prefabricar un perfil tan escasamente competitivo como el de Mario Riestra, construyendo en escasos catorce días y sin un solo acto de campaña, la idea ficcional del triunfo robotizado.

Qué sería de las ilusiones de los políticos de Puebla si no existieran “las encuestas”.

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EL SÍNDROME CLAUDIA SHEINBAUM

¿Se puede ganar una elección cuando se va perdiendo la campaña? A juzgar por todas las encuestas la respuesta resulta afirmativa, al grado que podríamos bautizar el fenómeno del 2024 como “el síndrome Claudia Sheinbaum”.

El pasado 15 de febrero, en mi columna titulada “You have to walk the talk”, publicábamos lo que sigue:

«La semana fue redonda para Xochitl Gálvez porque, además de todo eso, poco a poco ha logrado arrebatarle el monopolio de la discusión pública a Andrés Manuel López Obrador que ya reacciona, desde el púlpito de La Mañanera, cada vez con más desesperación y frecuencia a los dichos y los hechos de la candidata de “Fuerza y Corazón por México”».

«Al paso de los acontecimientos recientes podemos afirmar que Xóchitl aprende rápido, crece en la adversidad y tiene clara la estrategia mediática: invisibilizar a Sheinbaum e ir directo por la cabeza de López Obrador. ¿Le alcanzará con eso para mover el voto de los indecisos y ganar la Presidencia de México? Irremediablemente lo sabremos».

A 19 días de haber arrancado formalmente las campañas presidenciales, podemos decir que a Xóchitl Gálvez todavía “no le alcanza” para rebasar a Claudia Sheinbaum. A pesar de que efectivamente le ha arrebatado el monopolio de la conversación pública al presidente López Obrador, logro nada desdeñable y que ningún otro actor político ha conseguido a lo largo del sexenio, pero de muy poca utilidad si no se ve reflejado en las encuestas.

Es verdaderamente sintomático que quién lleva la agenda de las campañas presidenciales no esté a la cabeza de las preferencias electorales. No sólo López Obrador, y por contagio del ejemplo la doctora Sheinbaum, reaccionan todos lo días a los dichos de Xóchitl Gálvez; también el titular de la Marina, José Ojeda Durán. Es más, este 18 de marzo no estría el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, advenedizo de la transición democrática, prestándose al templete de la “República soberana y con Energía” si la candidata de oposición no hubiera azuzado con cerrar refinerías. Todos los días el Estado mexicano rebate y descalifica el proyecto de Xóchitl Gálvez y, sin embargo, las encuestas permanecen inalterables.

Tan sólo habría que revisar los números: para Buendía & Márquez la ventaja de Sheinbaum equivale a 23 puntos porcentuales; GEA-ISA asegura que son 20 puntos; mientras que para LaEncuesta.mx se reduce a 7.8 puntos. En los tres casos es un abismo estadístico que sólo se alteraría si 8 de cada 10 electores salen a votar el primer domingo de junio próximo.

No obstante aún nos falta 74 días para saber si México está dispuesto a seguir otorgándole legitimidad democrática a la catástrofe de nuestro presente y, en consecuencia, entregarle a Morena la Constitución de la República con una mayoría calificada en el Congreso de la Unión. No sería la primera ni la última vez que un país se atreve a tanto.

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CINEMA ARENDT

2023

Sala de profesores

2020

The Father

2019

Al final bailamos

JoJo Rabbit

2018

La espía roja

Museo

2017

Final Portrait

La forma del agua

Loving Vincent

The post

2016

The innocents

2015

La chica danesa

2014

La teoría del todo

2013

Violette

2012

Amour

Colosio, el asesino

2011

Albert Nobbs

2008

Che

2006

El laberinto del fauno

La faute à Fidel

2005

Elsa y Fred

Lord of War

2004

Vera Drake

2003

Good bye Lenin!

2002

Adaptation

El crimen del padre Amaro

The pianist

1999

La lengua de las Mariposas

Las cenizas de Angela

Todo sobre mi Madre

1998

Nunca te vayas sin decir te quiero

1997

Wilde

1994

El callejón de los milagros

Farinelli

1993

El piano

La casa de los espíritus

1992

Chaplin

1989

Rojo Amanecer

1988

Cinema Paradiso

1987

El festín de Babette

La insoportable levedad del Ser

1986

El nombre de la Rosa

Rosa Luxemburgo

1984

Amadeus

1983

Dantón

1975

Barry Lyndon

1960

La sombra del caudillo

1936

Modern Times

1928

The Circus

1927

Octubre

1918

A dog’s life

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¿EL CONSTITUYENTE DEL BIENESTAR?

«Queremos modificar la Constitución de la República porque la constitución de 1917, producto de la revolución mexicana, ya la cambiaron muchísimo y entre otras cosas hicieron reformas muy regresivas para el pueblo de México»,

Claudia Sheinbaum

Ni si quiera Andrés Manuel López Obrador se atrevió a tanto entre 2006 y 2018. Este 2024 la candidata presidencial de Morena dejó abierta la posibilidad, en caso de ganar la contienda electoral, de jubilar la centenaria Constitución de 1917 haciendo por primera vez explícito el carácter “regresivo” del texto emanado de la Convención de Querétaro.

Desde luego la propuesta es un disparate en todos los sentidos del término. En principio porque todos aquellos que terminen triunfando en las urnas, y se conviertan en diputados y senadores de la Federación en septiembre próximo, tendrán que ser cesados como legisladores una vez que emitan la Convocatoria para la formación del nuevo Constituyente, o bien elevados a dicho carácter por la fuerza de un decreto que tardarían más tiempo en publicar en el Diario Oficial del que le tomaría a la Suprema Corte invalidar.

Entonces, ¿qué está detrás de la puntada de la presidenciable? Regresemos a sus palabras: 

«Hay una serie de reformas que queremos que pasen en la Constitución; les voy a dar algunos ejemplos: número uno, la pensión universal de adulto mayor está ahora en la Constitución de los 68 en adelante, que eso fue lo que se aprobó en el 2019, pero ya la pensión es desde los 65 años, entonces tenemos que poner en la Constitución que la pensión universal es de 65 y más, pero más importante todavía es que esa pensión nunca reduzca su valor». 

¿Desde cuándo una política pública, para su implementación, requiere de la aprobación expresa de la Constitución? Se trata de una medida administrativa, simplemente Ejecutiva, que para hacerse realidad en los Cajeros del Bienestar no ha requerido –ni requerirá jamás- reforma alguna. Incluso durante el gobierno de Claudia Sheinbaum –si le hacemos caso a todas las encuestas-, podría beneficiar a la población con 60 años cumplidos, y aún así no se necesitaría a uno sólo de los 500 diputados para ponerla en operación.

No cabe duda que los morenistas –como los priistas de antaño- se aprovechan de la precarización educativa y económica de su base electoral. Y, sin embargo, si Sheinbaum acaba de coquetear con la idea de un nuevo constituyente es porque está plenamente convencida de que no podrá gobernar con el texto vigente, debido en parte a que durante la próxima Legislatura habrá una cámara de gobierno dividido en San Lázaro.

¿Qué hará nuestra flamante doctora Sheinbaum, sin la popularidad de López Obrador, con un INAI restaurado, una Suprema Corte beligerante y un Congreso de la Unión partido? Creo que ahora nos queda claro por qué, el escenario de una nueva Constitución, sería su única salida.   

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