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7 DE JULIO: HORA CUMPLIDA

IEE Puebla

Los números son verdaderamente apabullantes: este domingo 7 de julio desde las primeras horas de la mañana serán instaladas en el estado de Puebla 6 mil 919 casillas que comprenderán las generales de 4 millones 066 mil 805 ciudadanos y 8 millones 236 mil boletas electorales. Un verdadero ejército de poco más de 50 mil funcionarios de casilla, seguros votantes capacitados y doblemente insaculados adscritos a todas las tendencias políticas imaginables, vigilará y registrará el conteo de los sufragios hasta las horas aciagas de la jornada electoral, probablemente acompañados por la visita escrupulosa de 544 observadores debidamente registrados que irán y vendrán de una sección a otra. En una palabra los datos muestran un incremento atípico del 9.23 por ciento con respecto del proceso electoral de 2010, una curva creciente patrocinada por un crecimiento demográfico preocupante y, en segunda instancia, por la aparente “seguridad” que ofrece Puebla frente a las migraciones forzadas motivadas por el clima de emergencia que desde hace más de un sexenio padece el sur-sureste del país.

Frente a ese tsunami de cifras, encubierto tras la pulcritud institucional de un diseño electoral francamente derrotado, sobre todo frente al uso electoral de la función pública o la compra y coacción del sufragio, se esconden otros millones no tan publicitados como los anteriores: el Instituto Electoral del Estado (IEE) aprobó por concepto de financiamiento público para el ejercicio de actividades ordinarias permanentes, así como actividades tendientes a la obtención del voto, correspondientes al Proceso Estatal Ordinario 2012-2013, la escandalosa suma de 102 millones 492 mil 924.12 pesos distribuidos con apego a los criterio del Código de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado entre nueve fuerzas políticas en su inmensa mayoría coaligadas.

¿Y para qué tantos millones? Tal vez para que en la ciudad de Puebla los espectaculares se enorgullezcan del uso y abuso de una pésima ortografía, o recurran al cliché más soso posible sintetizado en la expresión de “más y mejor obra pública”; o por el contrario, para que en todo el estado ese dinero termine cosificados en cientos de miles de pancartas, volantes, microperforados y souvenirs de ocasión –completamente inútiles todos– que además de contaminar el espacio público bajo el prejuicio de que “candidato que no es visto no es votado”, saturen la ciudad con rostros silenciosos que atestiguan con despilfarro e indiferencia –eso ya casi es una premonición– todos los desperfectos que poco nos falta para convertirlos en “patrimonio cultural”: luminarias apagadas, cables caídos, semáforos no sincronizados, parques descuidados, fugas de agua sistemáticas y eternas, baches –algunos casi cráteres– soberbios y crecientes, alcantarillas desaparecidas, franeleros y ambulantes adueñándose de la vía pública pero con el permiso que les otorga su derecho de piso, cruceros peligrosos carentes de puentes y semáforos peatonales, bandas de autopartes comerciando tras el cobijo de las autoridades, escasas patrullas y elementos policiacos haciendo uso de una corrupción y un despotismo escandaloso. En fin, la lista es interminable.

¿Y todo esto desde cuándo? Desde que tenemos memoria en Puebla capital y en el estado. El reformismo electoral, el aumento de la competitividad al interior de los partidos políticos y las coaliciones de intereses, los mayores índices de participación y preocupación ciudadana sobre las cosas públicas; todo eso aún no se ha podido traducir en un gestión gubernamental eficiente, austera y decorosa, capaz de responder a las demandas inmediatas no solo del mayor número, sino de los grupos más vulnerables. Y a propósito: un total de 968 mil 238 personas sobreviven en la entidad en situación de pobreza extrema –datos avalados por CONEVAL en 2010– y curiosamente ni uno sólo de más de 13 mil candidatos en campaña se atrevió a plantearles alternativas concretas y viables para mejorar su situación de vida; y paradójicamente, a mí no me cabe la menor sospecha, más uno –en una indigna respuesta frente a la precariedad de su situación– intentará comprarles su sufragio.

Durante este proceso electoral la banalización de las campañas no tuvo precedentes. Ya veremos si en las próximas horas estos comicios actuarán o no como un plebiscito positivo, o negativo, a la función pública del Ejecutivo del estado; si la autonomía universitaria es tan sólo una mera expresión retórica o está llena de contenidos sustanciales y activos; si las calumnias, verdades y bajezas de las campañas negativas incentivaron o inhibieron la votación total emitida; ya veremos si las encuestas midieron con pulcritud metodológica las tendencias y preferencias de los ciudadanos o simplemente fueron una extensión más de la propaganda partidistas; y tal vez lo más importante, ya veremos si los votos se cuentan con pulcritud y respeto o si los comicios terminan sepultados bajo una montaña de impugnaciones y sujetos a la jurisdicción de los tribunales. Por lo pronto dejemos que la virtud y la fortuna actúen sobre la diversidad de la materia y saquen sus propios resultados.

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VUELTA EN Ü

WP 09Nunca antes en Puebla un debate había generado tanta expectativa. En una contienda tan reñida y polarizada la posibilidad de ver a los candidatos a la presidencia municipal de Puebla medir fuerzas siempre resulta sugerente; máxime después de la interminable lista de demandas, de descalificaciones mutuas, de las inmisericordes planas de diarios nacionales y locales, de los grandes esfuerzos tras bambalinas realizados por los equipos de campaña para ridiculizar y enlodar la imagen del contrincante; sin olvidarnos de los ejércitos de bots adictos al halago concesionado y a la descalificación a sueldo, y por supuesto después de las grandes disputas por los presuntos desvíos y enriquecimientos ilícitos inmersos en las declaraciones patrimoniales de los dos candidatos punteros. A pesar de tal intensidad en los términos generales de la contienda: nunca antes un debate nos había decepcionado tanto.

El #DebatexPuebla, un esfuerzo de la iniciativa privada plagado de errores de producción imperdonables y de preguntas maratónicas incomprensibles, distó mucho de ser “un arreglo de cuentas” entre los contendientes; tanto el candidato de Puebla Unida como aquel que representa a la Coalición 5 de Mayo desperdiciaron la oportunidad de aclararle a la ciudadanía el origen y la razón social de cada peso inmerso en sus inmensas fortunas, 77 y 19.5 millones respectivamente, y la cortesía era un imperativo necesario dado que el 39.9 por ciento de la población que radica en el municipio de Puebla se encuentra atrapada, no solamente por los daños y gastos colaterales que ha generado el Sistema Ruta, o por el caos vial producto de la construcción de puentes presuntuosos y grandes avenidas de concreto hidráulico, o se encuentra deslumbrado por el creciente prestigio académico de la BUAP o por el glamour de una Rueda de Observación; ese porcentaje, que equivale aproximadamente a 732,154 personas según datos presentados por el CONEVAL, también sobrevive ladeando los indicadores de una pobreza injusta y deleznable. Insisto, por encima de cualquier otro tema la transparencia y la honestidad del futuro presidente municipal de Puebla era un asunto urgente y necesario; y curiosamente el silencio en ese rubro fue abrumador.

Tanto Enrique Agüera como Antonio Gali prefirieron “darle la vuelta en Ü” –si se me permite la espantosa expresión– al escabroso tema de sus declaraciones patrimoniales y hablar de los asuntos de la ciudad. La alternativa resultó contraproducente en tanto los dichos y las imágenes hablaron por sí mismas: abrumado y con un pésimo manejo corporal Agüera Ibáñez reiteradamente apeló al respeto, la generosidad, la inclusión y la centralidad de la persona humana. En consecuencia bibliotecas, cultura, “un instituto emprendedor”, polideportivos, así como esfuerzos para “atomizar la inversión pública” –nadie entendió eso último– fueron las constantes en su discurso. Ante la pregunta expresa: “¿cómo limpiar el Atoyac?”, tal vez el momento más entrañable de su participación, el candidato con una inocencia inadvertida expresó: “rápido, lo haremos muy rápido”. Aunque se aplauden las buenas intenciones Puebla no es Ciudad Universitaria: los problemas del ambulantaje incentivados y cobijados por la actual administración; los robos implementados por bandas de autopartes y de casa habitación impunes y perfectamente focalizadas; la ineficiencia del sindicato del ayuntamiento, gran piedra en el zapato de los alcaldes desde tiempos inmemoriales; entre tantos otros problemas reales de la ciudad fueron opacados por frases huecas y demagógicas como “me gusta pensar en grande” o “haremos de Puebla la ciudad más segura del país”.

Gali Fayad no se quedó atrás. Con un manejo escrupuloso del discurso, una claridad a prueba de errores y una imagen digna e impecable también le “dio la vuelta” al complejo de problemáticas y errores que han arrojado la difícil gestión de Eduardo Rivera; el candidato prefirió esquivar esas ineficiencias con los logros y aciertos del gobernador Rafael Moreno Valle y con el papel desempeñado en su administración como secretario de Infraestructura. “Sé cómo hacerlo y te lo voy a demostrar” era la constante: más luminarias, más agua, más policías, más patrullas, más puentes, más infraestructura. No niega la cruz de su parroquia: los excesos son los membretes de su campaña. No obstante no todos los problemas de la ciudad son cuantitativos: aunque se necesitan más puntos de luz, sobre todo en aquellas colonias no municipalizadas, si una luminaria permanece intermitente o encendida día y noche es consecuencia de una red deficiente, se necesitan más de 30 años –y no precisamente concesiones millonarias– para modernizar la infraestructura interna del alumbrado público en el capital; el tema del agua constituye un problema parecido: el gran tema no sólo es el desabasto, también la mala calidad de los medidores causante de cargos injustificados en los recibos bimestrales, el robo de alcantarillas, la necesidad de desazolvar puntos concretos del drenaje profundo, así como la pésima calidad del vital líquido en las colonias con mayores indicadores de pobreza; esos son asuntos vitales en torno al problema del agua e increíblemente no se dijo una palabra al respecto.

En fin, no quiero abrumarlo más de lo que los candidatos ya lo hicieron, por el momento una cosa es cierta: después del #DebateXPuebla estamos como al principio, salvo por el hecho de que a los poblanos nos han comprobado que Miguel Ángel Ceballos, lejos de ser una leyenda urbana, realmente existe.

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